GENERAL:
Para que los sacerdotes, unidos al corazón de Cristo, siempre sean verdaderos testigos del amor solícito y misericordioso de Dios.
MISIONAL:
Para que el Espíritu Santo haga surgir en nuestras comunidades numerosas vocaciones misioneras, dispuestas a consagrarse plenamente a difundir el Reino de Dios.
UNA PROPOSICIÓN AMOROSA
“Los misioneros, en virtud de la presencia del Espíritu en las culturas de los hombres,
cosecharán siempre donde no sembraron y de esto nunca pueden olvidarse,
bajo pena de transformar la misión en imposición en vez de proposición amorosa,
bajo pena de truncar o encubrir las culturas y no reconocerlas en su alteridad e identidad específica.
Pero el misionero también sentirá el deber de anunciar el evangelio a tiempo y contratiempo:
-Ay de mi si no anuncio el evangelio-, dirá San Pablo.”
Baur John, 2000 años de cristianismo en África, Paulinas
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